No necesitas una espada ni una capa para ser valiente: puedes serlo cada día con pequeñas acciones. Ayudando a los demás (¡y sí, también dejándote ayudar!), atreviéndote a pensar distinto, probando cosas nuevas (incluso aquellas que pueden asustarte un poco al comienzo), expresando tus sentimientos o hablando cuando sea necesario. Ser valiente es diferente para todos y todas. Y, lo mejor de todo, es que puedes ensayarlo todos los días.